viernes, 19 de junio de 2009

Fragmento - El peso de las sombras de Ángeles Caso . Finalista Premio Planeta 1994

.... \ Pero un corazón noble ama sólo una vez, por entero, entregando para siempre toda la ternura y el deseo y la piedad. él esperaba, aguardaba el momento en que aquel otro corazón solitario, triste, anhelante de desconocidas ternuras descubriese al amigo hasta entonces silencioso por el pudor y la paciencia. Sin embargo, la vida juega a veces malas pasadas, engaña los sentidos, hace quiebros al tiempo, desbarata las oportunidades, pone trampas al sentimiento, que cree acertar, cree haber llegado en el momento justo, cree ser infalible cuando solo es frágil,desconcertado, inoportuno .. Y él se fue, tuvo que irse lejos, y aún calló, seguro de su sino, confundiendo lo propio con lo ajeno, y ella , Teresa de Treville, entró una noche en casa de Hugo de Montespín y se quedó allí por siempre, enclaustrada en aquella cárcel de amor equivocado, de amor herido, cerrado sobre si mismo como un capullo que no ha podido crecer por falta de sustento, de aliento del amor otro, del amor amado y cercano un instante, que deslumbró y engaño, que fingió acercarse para fundirse y engrandecerse y se alejó luego, burlón , orgulloso, altivo, saboreando el derrumbe del amor ajeno, el deterioro del capullo pronto lleno de gusanos... Tal vez lloró Teresa - como ella había tenido que llorar-, por la irrefrenable falta de juicio de su débil corazón equivocado, que la hizo amar quien no la amaba y desdeñar a quien hubiera sido capaz de encerrar los rayos de la luna en una cesta por hacerla a ella feliz .. Y él volvió, regresó del largo viaje. sus ojos se entrecerraron de llanto cuando divisó desde el barco las costas blancas donde ella debía de estar esperándole. Y luego, al saberla amante de otro, al descubrir su estúpida inocencia, la cruel soledad de su pasión quiso morir de pena, y vino aquí a Belbec, por verla, por decirle lo que nunca le había dicho, lo que hubiera podido contarle cuando su corazón era aún solitario, que la amaba, que todavía estaba dispuesto a darle la mano como antes, que treparía la montaña más alta, y descendería al fondo más oscuro de los océanos y rompería todos los hilos que le ataban al mundo si ella aceptaba su amor .. Pero Madame de Montespín no podía mandar sobre su anhelo prisionero. Y los dos languidecieron en aquella desdichada vida de desencuentros, de burlas del tiempo y del sentimiento. Y luego cuando ella murió y el supo del abandono de su cuerpo adorado en aquella tumba oscura y sola quiso dejar por siempre allí rastro de su pasión malgastada .. Si, Teresa de Montespín había amado, con amor solitario, desesperado, malherido de muerte. Y de la misma manera había sido amada. Sin esperanza.

Mariana sonrió entre las lágrimas, recordando la figura menuda de su madre, sintiendo el inmenso consuelo de saber que su vida no había sido estéril y vacía, que había dejado detrás de ella aquella estela, recuerdos en la memoria de alguien, de momentos nunca vividos, ansias en sus entrañas de abrazos siempre frustrados ... Se alegró ahora de que Monsieur de Montespín no estuviera enterrado junto a ella, que descansara por siempre lejos de aquellos restos aún doloridos de su traición , en la tierra ardiente y distante de Cuba … /

...\ Luego por la noche , acostados, creía tocar la gloria con las manos: él entraba dentro de su vientre, y se gozaba en ella, suya. Si, Mariana era suya, como la sombra es propiedad del cuerpo, y unida a él indisolublemente nace y muere. Mariana pertenecía a Marcel, y le gustaba sentirse cosa a su lado, objeto suyo sobre el que él dejaba descansar la mano, sabiendo que ni una triza de su cuerpo o de su alma se rebelaría en su contra, entera propiedad de aquel hombre que era a la vez muralla y asilo , guarida y universo .... El placer era en él algo inmediato un rápido espasmo, una fría liberación necesaria, ajena a la ternura y al cuidado. Pero Mariana, olvidado el gozo nervioso del pasado, se le entregaba sintiéndose espuma, cresta de ola que lame la arena y alivia el ardor y restaña las heridas de la tempestad y el huracán, desvaneciéndose en su esfuerzo ../

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