miércoles, 4 de diciembre de 2019

La ridícula idea de no volver a verte. Rosa Montero

(...)

Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son
mis muertos, y con ello me refiero a la muerte de mis seres queridos. ¿Te parece lúgubre, quizá incluso morboso? Yo no lo veo así, antes al contrario: me resulta algo tan lógico, tan natural, tan cierto. Sólo en los nacimientos y en las muertes se sale uno del tiempo; la Tierra detiene su rotación y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina. Cuando un niño nace o una persona muere, el presente se parte por la mitad y te deja atisbar por un instante la grieta de lo verdadero: monumental, ardiente e impasible. Nunca se siente uno tan auténtico como bordeando esas fronteras biológicas: tienes una clara conciencia de estar viviendo algo muy grande.

(...)

El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la Palabra. Es probable que reconozcas lo que digo; quizá lo hay has experimentado, porque el sufrimiento es algo muy común en todas las vidas (igual que la alegría). Hablo de ese dolor que es tan grande que ni siquiera parece que te nace de dentro, sino que es como si hubieras sido sepultada por un alud. Y así estás. Tan enterrada bajo esas pedregosas toneladas de pena que no puedes ni hablar. Estás segura de que nadie va a oírte.

(...)

Siempre, nunca, palabras absolutas que no podemos comprender siendo como somos pequeñas criaturas atrapadas en nuestro pequeño tiempo. ¿No jugaste, en la niñez, a intentar imaginar la eternidad? ¿La infinitud desplegándose delante de ti como una cinta azul mareante e interminable? Eso es lo primero que te golpea en un duelo: la incapacidad de pensarlo y de admitirlo. Simplemente la idea no te cabe en la cabeza. ¿Pero cómo es posible que no esté? Esa persona que tanto espacio ocupaba en el mundo, ¿dónde se ha metido? El cerebro no puede comprender que hay a desaparecido para siempre. ¿Y qué demonios es siempre? Es un concepto inhumano. Quiero decir que está fuera de nuestra posibilidad de entendimiento. Pero cómo, ¿no voy a verlo más? ¿Ni hoy, ni mañana, ni pasado, ni dentro de un año? Es una realidad inconcebible que la mente rechaza: no verlo nunca más es un mal chiste, una idea ridícula.

Rosa Montero

Fragmentos Mañana no será lo que Dios quiera.

El calendario de los sentimientos no admite cronómetros, no responde a un tiempo lineal y sistemático, no arranca las hojas de los días siguiendo un ritmo disciplinado. Después de largos periodos de estancamiento, se producen saltos de una longitud decisiva, distancias pequeñas que abren abismos en las preocupaciones y en los deseos.
 
(...) 
 
El mal y el bien dependen de cada uno, forman parte de la conciencia y de la condición humana. Pero hay situaciones en las que el mal y el bien se convierten en formas de entrar en sociedad, de tomar partido, y se confunden con la autoridad o la complicidad. Ya no se trata sólo de ser buena o mala persona, sino de dejar claro a qué bando se pertenece, qué valores se respetan, qué jerarquía es necesaria para que el mundo se mueva en la dirección correcta.


(...) 
 
Hasta que no se sufren, nadie puede imaginar cómo pesan los silencios de las horas violentas, la desorientación de los días estancados en el miedo, en el no saber, en la intuición del dolor o de la desgracia. Nadie sabe tampoco, hasta que no siente su mordedura, lo que oprime el ruido de la violencia, la agresión de los gritos o de las explosiones que vacían el aire.

Luis García Montero