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El mal y el bien dependen de cada uno, forman parte de la conciencia y de la condición humana. Pero hay situaciones en las que el mal y el bien se convierten en formas de entrar en sociedad, de tomar partido, y se confunden con la autoridad o la complicidad. Ya no se trata sólo de ser buena o mala persona, sino de dejar claro a qué bando se pertenece, qué valores se respetan, qué jerarquía es necesaria para que el mundo se mueva en la dirección correcta.
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Hasta que no se sufren, nadie puede imaginar cómo pesan los silencios de las horas violentas, la desorientación de los días estancados en el miedo, en el no saber, en la intuición del dolor o de la desgracia. Nadie sabe tampoco, hasta que no siente su mordedura, lo que oprime el ruido de la violencia, la agresión de los gritos o de las explosiones que vacían el aire.
Luis García Montero
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